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martes, 14 de diciembre de 2010

8) VACACIONES DE VERANO: PODER DEL SOL Y ENCANTO DE PIEL

El poder del solEs otro factor que explica la felicidad que experimentamos. Nos invade una sensación agradable cuando salimos a la calle y vemos que los colores son más intensos y brillantes. Además sentimos que el sol nos toca la piel y notamos que los días se hacen más largos porque oscurece tarde. Como el sol nos entrega temperaturas más agradables, avanzada la noche surge la idea de que tenemos más tiempo para compartir con otros. Aquella mayor amplitud del día la vemos como una promesa, una oportunidad, y eso también nos provoca felicidad.


Hay otro efecto: "Con la aparición de la luz solar más fuerte o manifiesta nuestro cerebro libera ciertos neurotransmisores que están asociados a la sensación de bienestar, alegría y disfrute. Particularmente, hablamos de la serotonina. Se ha medido esta sustancia en distintos momentos y estados, evidenciando que disminuye en invierno y aumenta en verano", asegura Raúl Carvajal, sicólogo de la Clínica Santa María.

La mayor emisión de serotonina tiene mucho que ver con un aumento de energía y distanciamiento de los conflictos. De esta forma, el verano actúa de la misma manera que cuando estamos en la casa con un problema y  decidimos salir a dar un paseo: luego de un rato miramos de otra manera el conflicto y hasta encontramos la forma de resolverlo.

 El encanto de la piel
En nuestro estado natural no tenemos nada que nos cubra, el uso de ropa es una convención social. De esta manera, cuando llega el verano y la temperatura nos permite alivianar la vestimenta, nacen múltiples beneficios, desde mejorar la ventilación de la piel, evitar su humedad excesiva y lograr mejor higiene, hasta sentirnos mejor. Tenemos con esto otra razón por la que nos gusta el verano. El hecho de poder sacarnos capas de encima y vestirnos con mayor ligereza nos hace un poco más libres y también nos permite mirar y tocar más piel; finalmente, nos devuelve la sensación de cuerpo, nos conecta con nuestra naturaleza y, a raíz de eso, surge la sensación de bienestar. El sicólogo Raúl Carvajal lo explica así: "En invierno andamos con una especie de coraza que impide este contacto. Tener la posibilidad de lograrlo genera, desde el punto de vista emocional, cercanía y una situación de mayor efervescencia".

 

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